Ando hasta el borde de la tierra
y me paro, observo. No hay silencio, tampoco nadie… pero está la vida. Dejo de
ser alguien para ser algo que es algo más que ser alguien. Tengo un río a mis
pies, verde a mi alrededor, árboles, piedras, musgo, sol, aire, hojas y un
frescor que me invade todo, lo respiro. Sonrío. No me veo los ojos pero sé que
están abiertos de par en par, son como una vorágine en el mar que se traga
todo, intentan retener hasta el último tono, hasta el último cambio de luz en
las naturalezas. Se me ocurre que podría pintar todo esto otro día, maldigo mis
manos, no poseen tal magia… ¿o sí? Quién sabe. Se me ocurre también que podría
escribirlo, invoco a mis adentros, vamos a ver:
Estos pies caminan sobre
almohadas de terciopelo, suaves.
Sólo son baldosas de tono oscuro,
pero has pisado tú antes.
Camino con las manos en los
bolsillos, inquietas por ese después.
Cabezabajo, sonrío con ojos
entrecerrados, la cordura se despide.
Ahora mis ojos son verdes, me
sacudo. Aparece tu reflejo.
Me he puesto un yelmo de color
noche, salvo tú todo oscuro.
La traca de colores empieza, mis
paredes son frágiles ante tu peso.
A veces el peso marca lo que
vale, tu peso no es oro, tu peso es arte.
La distancia se acorta y te lanzo
salvas de fuego griego
Para que siga ardiendo si llueve,
saludo al desconcierto.
No es inusual que mi cerebro eche
un baile para coger calor.
Sigues acercándote y yo ya no sé
si te beso o sólo lo pienso.
Sin darme cuenta tengo la mano en
el aire haciendo letras. Fuego griego me digo, para que arda si llueve, que
coincidencia que mi dedo esté ardiendo. Me decido a mirar hacia mis pies a ver
que se cuece por allí abajo. Estoy en una frontera de tierra y agua,
posiblemente nadie se pare a pensar lo que esto significa, yo… me limito a
meter medio pie en el agua y después para atrás, no seré yo quien impida que la
tierra se empape y se borre la frontera. El agua está templada, pero reconforta
aunque impacta y mi corazón late un poco más deprisa. Es algo que no conozco y
por ello me fascino mirándolo. Flexiono mis rodillas para poder ver mejor ese
río que fluye. Imagino que soy agua, pero todo me da vueltas, no puedo
imaginarme algo que pasa tan rápido por tantos sitios. Despido a un grupo de
gotas en las que por un segundo hice mías. Las veo irse, el sol me acaricia con
su luz. Esta vez miro el agua y me abstraigo:
Se me clavan sus deseos que son
poetas alzando su voz.
Se me disparan las palabras para
poder darles inspiración.
En mi cabeza hay artistas alzando
sus manos al viento.
Parece que ella se apresura a dar
un pincel a cada corazón.
Los cuerpos en tensión piden
desfogar, ¡Si me mirara!
Y me miró y acudí raudo entre sus
cabellos, ¡Si se dejara!
Y se dejó y me hundí en su cuello,
le di un abrazo a sus cordilleras.
Su montaña la más alta, puse un
pie en ella, dije: ¡Hazme roca!
Y roca fui y conseguí permanecer como
parte de su calma.
Me vuelvo y la miro otra vez,
puse ojo en su tez.
Tensión aumenta, los besos cargan
y a su calma ataqué.
No sería más calma suave, sería
calma nerviosa, salvaje.
Mi mente mecida en vendavales de sus
yemas, impresionante.
Aprieto fuerte, dejo de pensar
pues pienso: no existe dolor con placer.
Surge, de la nada, aquella media
sonrisa y se pulsó mi botón, a conocer.
Despierto del trance y me veo
escribiendo a ras del agua, vaya, ahora mi mano arde. Se contagia ese calor por
mi brazo. Sé y no sé lo que me está pasando. Vuelvo a mirar el agua y la roca
que tiene debajo me dice que la acaricie, que está suave. Y yo que más antes
que tarde despierto mi curiosidad meto la mano y parte del brazo:
En su cuerpo aparecen notas que
desaparecen.
Intento cogerlas pero sólo toco
pieles,
Pieles exóticas como aquella dama
de Oriente.
Hay silencio pero se oyen sonidos
de escasez
De besos, por lo tanto me lanzo a
paliar nuestra sed.
Noto que empiezan a aparecer las
barreras.
Hoy no es el día para pararse,
comenzamos a romperlas.
Ardo ¡fíjate cómo ardo!, te
quemas, pero no pasa nada.
El marrón y el verde mantienen
una lucha desesperada.
La muerdo, es mi forma de decir:
no te vayas.
Me sulfuro, mis respiraciones son
lascivas, como sus bellezas.
No voy a describir más, solo y
quizás diré que me dejé llevar.
Ah… es increíble sentir como
fluyen tantas cosas por mi brazo. Me noto escribiendo es la panza suave de las
rocas pero hay un problema, todo mi cuerpo arde ahora. Miro hacia el agua
pidiendo sosiego, ella me dice: ven si lo quieres. Me desnudo y no dudo, para
adentro. Noto que me voy aliviando según ando hacia el centro del río. Mi
cuerpo se empieza a estremecer pues el agua está conociendo rincones secretos.
Vuelvo a mirarla y sonríe. Me apetece que sepa más de mí, y bebo. Ahora parece
que mi cuerpo fluye también por dentro revitalizado, firme y seguro. Mi cerebro
también arde ahora, esto es un no parar. El agua ha llegado a él y lo ha
embalsamado con un bálsamo lleno de ideas, las coge, las toca, le gusta, las
mueve, las prueba, se las come, las saborea, y empieza a crear. Me pide más.
Vuelvo a mirar al agua y me dedica una media sonrisa con sus labios situados en
el fondo. Se oye un grito en mi cabeza: ¡BÉSALOS!
Me sumerjo y me llegan espasmos
de frescor, abro los ojos y todo es verdoso, incluso mis ojos. Veo los labios,
sigo nadando y cuando llego… los beso.
Ese contacto, esa correa de
emociones que me ata el pecho.
Presión, se suelta y vuelan las
maneras ávidas de las tuyas.
Se comen unas a otras, se devoran. Cada víctima es un
segundo.
Clamo ante tus olores que me
quedo, sin más, dame más.
Ahora hay más conexión, ahora del
calor nos fundimos.
Después me abstraigo, miro una
puesta de sol a oscuras.
Puedo discernir la libertad sin
bandera en tus ojos.
Mi boca se vuelve roja, porque te
vas, ha sido besada.
Abro de nuevo los ojos, el verde
me ciega, estaba escribiendo versos con los labios en el fondo. También con
ellos le dibujaba una sonrisa.
Mi respiración se relaja, pues el
alivio me invade. Pero de repente mis adentros me mandan una señal. Fuego sale
de mis labios, es un fuego rojo como nunca, un fuego con llamas definidas y sí,
es griego.
Ese fuego expresa algo de mis
adentros: boulomai legein.
Y así fue como me di cuenta de lo
que pasó fuera de donde pasaron unos roces, unas miradas, pocas palabras y
muchos besos.
Sergio Rodríguez.