sábado, 17 de noviembre de 2012

Un paso más.


Ando hasta el borde de la tierra y me paro, observo. No hay silencio, tampoco nadie… pero está la vida. Dejo de ser alguien para ser algo que es algo más que ser alguien. Tengo un río a mis pies, verde a mi alrededor, árboles, piedras, musgo, sol, aire, hojas y un frescor que me invade todo, lo respiro. Sonrío. No me veo los ojos pero sé que están abiertos de par en par, son como una vorágine en el mar que se traga todo, intentan retener hasta el último tono, hasta el último cambio de luz en las naturalezas. Se me ocurre que podría pintar todo esto otro día, maldigo mis manos, no poseen tal magia… ¿o sí? Quién sabe. Se me ocurre también que podría escribirlo, invoco a mis adentros, vamos a ver:

Estos pies caminan sobre almohadas de terciopelo, suaves.
Sólo son baldosas de tono oscuro, pero has pisado tú antes.
Camino con las manos en los bolsillos, inquietas por ese después.
Cabezabajo, sonrío con ojos entrecerrados, la cordura se despide.

Ahora mis ojos son verdes, me sacudo. Aparece tu reflejo.
Me he puesto un yelmo de color noche, salvo tú todo oscuro.
La traca de colores empieza, mis paredes son frágiles ante tu peso.
A veces el peso marca lo que vale, tu peso no es oro, tu peso es arte.

La distancia se acorta y te lanzo salvas de fuego griego
Para que siga ardiendo si llueve, saludo al desconcierto.
No es inusual que mi cerebro eche un baile para coger calor.
Sigues acercándote y yo ya no sé si te beso o sólo lo pienso.

Sin darme cuenta tengo la mano en el aire haciendo letras. Fuego griego me digo, para que arda si llueve, que coincidencia que mi dedo esté ardiendo. Me decido a mirar hacia mis pies a ver que se cuece por allí abajo. Estoy en una frontera de tierra y agua, posiblemente nadie se pare a pensar lo que esto significa, yo… me limito a meter medio pie en el agua y después para atrás, no seré yo quien impida que la tierra se empape y se borre la frontera. El agua está templada, pero reconforta aunque impacta y mi corazón late un poco más deprisa. Es algo que no conozco y por ello me fascino mirándolo. Flexiono mis rodillas para poder ver mejor ese río que fluye. Imagino que soy agua, pero todo me da vueltas, no puedo imaginarme algo que pasa tan rápido por tantos sitios. Despido a un grupo de gotas en las que por un segundo hice mías. Las veo irse, el sol me acaricia con su luz. Esta vez miro el agua y me abstraigo:

Se me clavan sus deseos que son poetas alzando su voz.
Se me disparan las palabras para poder darles inspiración.
En mi cabeza hay artistas alzando sus manos al viento.
Parece que ella se apresura a dar un pincel a cada corazón.

Los cuerpos en tensión piden desfogar, ¡Si me mirara!
Y me miró y acudí raudo entre sus cabellos, ¡Si se dejara!
Y se dejó y me hundí en su cuello, le di un abrazo a sus cordilleras.
Su montaña la más alta, puse un pie en ella, dije: ¡Hazme roca!
Y roca fui y conseguí permanecer como parte de su calma.

Me vuelvo y la miro otra vez, puse ojo en su tez.
Tensión aumenta, los besos cargan y a su calma ataqué.
No sería más calma suave, sería calma nerviosa, salvaje.
Mi mente mecida en vendavales de sus yemas, impresionante.
Aprieto fuerte, dejo de pensar pues pienso: no existe dolor con placer.
Surge, de la nada, aquella media sonrisa y se pulsó mi botón, a conocer.

Despierto del trance y me veo escribiendo a ras del agua, vaya, ahora mi mano arde. Se contagia ese calor por mi brazo. Sé y no sé lo que me está pasando. Vuelvo a mirar el agua y la roca que tiene debajo me dice que la acaricie, que está suave. Y yo que más antes que tarde despierto mi curiosidad meto la mano y parte del brazo:

En su cuerpo aparecen notas que desaparecen.
Intento cogerlas pero sólo toco pieles,
Pieles exóticas como aquella dama de Oriente.
Hay silencio pero se oyen sonidos de escasez
De besos, por lo tanto me lanzo a paliar nuestra sed.

Noto que empiezan a aparecer las barreras.
Hoy no es el día para pararse, comenzamos a romperlas.
Ardo ¡fíjate cómo ardo!, te quemas, pero no pasa nada.
El marrón y el verde mantienen una lucha desesperada.
La muerdo, es mi forma de decir: no te vayas.

Me sulfuro, mis respiraciones son lascivas, como sus bellezas.
No voy a describir más, solo y quizás diré que me dejé llevar.

Ah… es increíble sentir como fluyen tantas cosas por mi brazo. Me noto escribiendo es la panza suave de las rocas pero hay un problema, todo mi cuerpo arde ahora. Miro hacia el agua pidiendo sosiego, ella me dice: ven si lo quieres. Me desnudo y no dudo, para adentro. Noto que me voy aliviando según ando hacia el centro del río. Mi cuerpo se empieza a estremecer pues el agua está conociendo rincones secretos. Vuelvo a mirarla y sonríe. Me apetece que sepa más de mí, y bebo. Ahora parece que mi cuerpo fluye también por dentro revitalizado, firme y seguro. Mi cerebro también arde ahora, esto es un no parar. El agua ha llegado a él y lo ha embalsamado con un bálsamo lleno de ideas, las coge, las toca, le gusta, las mueve, las prueba, se las come, las saborea, y empieza a crear. Me pide más. Vuelvo a mirar al agua y me dedica una media sonrisa con sus labios situados en el fondo. Se oye un grito en mi cabeza: ¡BÉSALOS!
Me sumerjo y me llegan espasmos de frescor, abro los ojos y todo es verdoso, incluso mis ojos. Veo los labios, sigo nadando y cuando llego… los beso.

Ese contacto, esa correa de emociones que me ata el pecho.
Presión, se suelta y vuelan las maneras ávidas de las tuyas.
Se comen unas  a otras, se devoran. Cada víctima es un segundo.
Clamo ante tus olores que me quedo, sin más, dame más.

Ahora hay más conexión, ahora del calor nos fundimos.
Después me abstraigo, miro una puesta de sol a oscuras.
Puedo discernir la libertad sin bandera en tus ojos.
Mi boca se vuelve roja, porque te vas, ha sido besada.

Abro de nuevo los ojos, el verde me ciega, estaba escribiendo versos con los labios en el fondo. También con ellos le dibujaba una sonrisa.
Mi respiración se relaja, pues el alivio me invade. Pero de repente mis adentros me mandan una señal. Fuego sale de mis labios, es un fuego rojo como nunca, un fuego con llamas definidas y sí, es griego.
Ese fuego expresa algo de mis adentros: boulomai legein.

Y así fue como me di cuenta de lo que pasó fuera de donde pasaron unos roces, unas miradas, pocas palabras y muchos besos.

Sergio Rodríguez.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Trazos.


Hoy cuento con los dedos danzas metafóricas,
Son letras no exactas, sin matemáticas.
Aún tengo clavadas en mi piel miradas órficas.
Ese marxismo de tus caderas escapa de lógicas.

Sabes que las letras me llegan hasta el fondo
Sabes que la música se me cuela hasta lo hondo.
Sabes que la Historia me provoca escalofrío.
También sabes cómo hacerlo para juntarlo todo
Y hacerme hacer escalones de mi pecho al suelo.

Se acabó, voy a entrar en guerra con tus labios desde hoy.
No habrá tregua ni paz, ni cantos ni diplomacia.
Sólo habrá motivos y motivos para parar el reloj.
Y hacer de esta lucha algo ejemplar, desde la maleza.

Causas cadenas de explosiones entre pelo y pelo.
Te sirves de nitroglicerina verbal, distraigo con caricias.
Te fumas lo material, lo haces especial, creas por crear.
La paciencia de los santos en ti no surge efecto.

Somos gotas de pintura en agua, con tendencia a expandirse.
Queremos sufrir cada día emboscadas de pinceles.
Sentimos terremotos que salpican bombas de colores.
Causamos estragos si juntamos miradas y voces.

Sergio Rodríguez.