miércoles, 14 de agosto de 2013

Vamos (más) allá.

Me saqué el corazón y lo puse en la mesa.
Vencido lo miré, él también lo estaba.
Nos dijimos que a dónde íbamos a llegar.
Que este arte nos iba a dar ceguera.
Que esta selva que tapa el sol nos alumbraba.
Y que sin la verde cultura él se desangra.

Le dije que si quería agua, pero no quiso bebida.
Le dije si quería comer, pero no quiso comida.
Le dije que si quería amar, pero ya lo estaba haciendo.
Y yo sumiso a él me bebí la noche hasta ser un borracho.
Un borracho de pasión interna, de latir profundo.

Lo maté y resucitó al tercer día, me dijo que no era la hora,
que en la cumbre de su montaña estaba ahora
y que despertara, haciéndola crujir de amor cada mañana.
Y yo cogí el puñal memoria, y recordándola, me tallé una sonrisa. 

Supe que sin él yo seria cenizas, quemadas bajo el sistema.
Que por él doy la vida, aunque él es la vida misma.
Que de él sale lo que escribo, siento y padezco.
Y que es él quien es tocado ante unas palabras dulces,
Ante un beso tan azul que ni cielos ni océanos,
Ante una boca que no da tregua en busca de pieles,
Mis pieles. Las de color marrón con tinta sureña.
Entiende de besos sin horizontes y va, derechito,
hacia tus confines cielados.

Este agua sigue rompiendo diques,
Sigue siendo inútil el grito que le dice que pare.
Por mi que arrase con todo, que parta cruces
Y siembre revoluciones, que siembre siempre

Y nunca termine de crecer.

No me canso de la ruta que hay entre tus cordilleras.

Sergio Rodríguez.