domingo, 2 de diciembre de 2012

Ritmo de base.


Áspera por sus andares se me antoja la calle,
Fría por su ausencia de calderas humanas
Que callan por miedo a arder y son ascuas.
Mi estómago arde sin miedo, fundiendo la sangre.

Me siento cautivo de la belleza del mundo a todas horas
Y todas las noches recuerdo el sabor de tus palmas.
Algunos días sonrío, si me acusas, de borrar tristeza
Y de llenar de palabras los filos de nuestras espadas.
¿Acaso crees, camino recto, que huyo de tus claves?
Sólo adapto tus ropajes aburridos a mis cauces.
Una sola tarde me basta para hacer de ella,
la poesía en el aire, humo de invierno.

Huyeron del abordaje del otoño.
Conspiraron a favor del colchón más oscuro.
Hicieron de la oscuridad un bosque lleno
De poesías que encogen el corazón
Para después ensancharlo sin temor
Y de fotografías de besos inexactos;
Caricias desproporcionadas, sin descanso,
Haciendo trizas las bocas solitarias del recuerdo.

Con ojos encharcados me encaramo al tiempo.
No pienso dejar pasar ni un maldito momento
En esta vida sin sentidos, caos del todo.
Siendo del aplauso en su boca me anclo
Inquieto, exhausto, acomodado con mi barco.
Mares helados me acompañan el camino,
Fuego griego creo en los peces si los miro.
No veo dificultades con este baile de pasos;
No veo parón en ese cauce de sus oídos;
No veo esa valla porque hace ya la he destrozado.

No importa el idioma que se utilice si el mensaje no entiende de sujetos particulares.

Quiero creer en los pozos infinitos de las mentes.
¡Cuántos versos he lanzado volando por los aires!
Quiero ser artista y crear imágenes sueltas de bailes
De salón, y de campos, y de cuerpos callados salvajes
Utilizando cada centímetro en su voraz viaje
Al sonido del camino que marcan unidos sus vientres.

Guardé mi ciudad del mundo con catorce llaves
Pero. ¡Qué decir si ella ya está sentada en el parque
Leyendo un libro!, esperándome, situándose
Incandescente en mis dedos llameantes;
Acercándose en un instante; deslizándose
Mi mirada; arrancándome el semblante;
murmurándome que no estoy quieto
Y calmándome con un beso; sigue sonándome
Cuento cuando a mis pies encuentro
Moviéndose y callo. Abalanzose sonriente
El Sol, y la Luna vino muy vibrante,
Como mis labios ante el cante de su serie
De futuros devora-segundos, marcándome
A fuego que es posible que de mis pulmones salgan flores.

Sergio Rodríguez .