Áspera por sus andares se me
antoja la calle,
Fría por su ausencia de calderas
humanas
Que callan por miedo a arder y
son ascuas.
Mi estómago arde sin miedo,
fundiendo la sangre.
Me siento cautivo de la belleza
del mundo a todas horas
Y todas las noches recuerdo el sabor
de tus palmas.
Algunos días sonrío, si me
acusas, de borrar tristeza
Y de llenar de palabras los filos
de nuestras espadas.
¿Acaso crees, camino recto, que
huyo de tus claves?
Sólo adapto tus ropajes aburridos
a mis cauces.
Una sola tarde me basta para
hacer de ella,
la poesía en el aire, humo de
invierno.
Huyeron del abordaje del otoño.
Conspiraron a favor del colchón
más oscuro.
Hicieron de la oscuridad un
bosque lleno
De poesías que encogen el corazón
Para después ensancharlo sin
temor
Y de fotografías de besos
inexactos;
Caricias desproporcionadas, sin
descanso,
Haciendo trizas las bocas
solitarias del recuerdo.
Con ojos encharcados me encaramo
al tiempo.
No pienso dejar pasar ni un
maldito momento
En esta vida sin sentidos, caos
del todo.
Siendo del aplauso en su boca me
anclo
Inquieto, exhausto, acomodado con
mi barco.
Mares helados me acompañan el
camino,
Fuego griego creo en los peces si
los miro.
No veo dificultades con este
baile de pasos;
No veo parón en ese cauce de sus
oídos;
No veo esa valla porque hace ya
la he destrozado.
No importa el idioma que se
utilice si el mensaje no entiende de sujetos particulares.
Quiero creer en los pozos
infinitos de las mentes.
¡Cuántos versos he lanzado
volando por los aires!
Quiero ser artista y crear
imágenes sueltas de bailes
De salón, y de campos, y de cuerpos
callados salvajes
Utilizando cada centímetro en su
voraz viaje
Al sonido del camino que marcan
unidos sus vientres.
Guardé mi ciudad del mundo con
catorce llaves
Pero. ¡Qué decir si ella ya está
sentada en el parque
Leyendo un libro!, esperándome,
situándose
Incandescente en mis dedos
llameantes;
Acercándose en un instante; deslizándose
Mi mirada; arrancándome el
semblante;
murmurándome que no estoy quieto
Y calmándome con un beso; sigue
sonándome
Cuento cuando a mis pies
encuentro
Moviéndose y callo. Abalanzose sonriente
El Sol, y la Luna vino muy vibrante,
Como mis labios ante el cante de
su serie
De futuros devora-segundos,
marcándome
A fuego que es posible que de mis
pulmones salgan flores.
Sergio Rodríguez .
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