viernes, 23 de enero de 2015

Desde las afueras.

Esta noche mi habitación es extranjera.
Puedo decir que mi gana es perecedera.
Quiero meter tus dedos en mi agua turbia,
pero mi sonrisa hoy está dejando huella.
Juego con la pistola dándole vueltas,
esperando que un día salgan letras.
Todo lo que soy se lo debo a ellas,
pues solo ellas expían mi alma oscura.
Rompí las cadenas para ponerme las mías,
que son muchas, invisibles, inalcanzables,
simultáneas, orientales y occidentales.
Campos y manantiales he creado, quizá quede algo
para los perros de Cronos que comen demasiado.
Son ellos a los que llamo para destruir recuerdos.

Vamos a rescatar mi hogar.
Vamos, y solo quiero una palabra
que contenga, tú, ojos, y, agujeros, yo.
Parecen ventanas hacia el cosmos.

Cada persona un rompeolas y yo ,aquí, siendo tsunami que devora
No me toques que solo soy grietas, no vengas si no tienes tinta.
Voy buscando calor por las aceras de esta sala.
Soy un obrero asalariado trabajando en algo que no visité, tu cama.
Por eso no tengo nada, por eso soy como una ciudad difusa
Intentando agarrar por segundos un puñado de agua.
Pero ese frescor efímero sé que me devolverá mi calma.
Busco ese cuerpo ígneo que derroche profundidad.
Esa melena que cuyas puntas sean resquicios de paz.
Busco que los cuerpos vuelvan a volverse azules en la oscuridad.

Cómo puede haber ganas de correr por el mundo
cuando tus dedos deben ser falanges de hoplitas
golpeando la mediocridad que nace del suelo.
Pagando en días conversaciones con entusiasmo.
El sudor se cotiza alto en el maldito mercado negro.
Mi poema no transmite nada y lo transmite todo.
Afán de crear, reuniones de cuerpos diplomáticos
cerebrales ante manifestaciones que abren surcos.
Lleno mi cuaderno de halagos, ya lleno de cielos;
cielos que nunca serán mirados y escribo, escribo.
No entiendo mi letra y vivo reinterpretando.
Mi mente huye cruda del combate, echando humo.
Es una sucesión de engranajes, como el socialismo.
Soy un cuervo ensimismado con tu ideología, quebrado
enebro sudores haciéndote creer que no tienes dueño.
Quieres que claudique ante ella pero mi moral es telón de acero.
Dicen que la teoría no tiene sentido alguno.
Pero qué somos, es mi pregunta, intentando enamorar sólo con besos.
Prefiero enseñarte una mitad de mi, y siendo así puro animal arrojadizo,
mostrarte parte de mi ADN, de mi anacronía, diáspora y neoclasicismo.
Agarrado a mi identidad, clavada con lanzazos de poetas hablando.
Todos los dioses envidian mi hogar, porque en él hay humanos.
El ser más misterioso, inesperado y prolífico que jamás ha existido.
El que puede idear, diseñar, construir y llenar bibliotecas de siglos.
Ojalá en algún momento Alejandría me ilumine con su faro.

Sergio Rodríguez.