martes, 26 de junio de 2012

Calor.


Sangre envuelve a las ideas, las ideas se pagan con sangre.
Con detalle cuido las mías, una metralla de tacto ardiente.
Vivo por ellas, por su encanto. No puedo callarme.
No me pidas que no haga ruido, idealista hasta la muerte.

Si hablamos de libertad hablamos de pasión en cada letra.
Un tacto de la piel más suave de la tierra más lejana.
Un calor que te abre el pecho para que entre el mar.
Escribo pensando en ella y palpito como una hoguera.
Inigualable sutileza es tu canto para mi boca.
Un poder que se siente incandescente en cada pisada.
Dejas huella por donde pasas, lo has hecho en mi cabeza.
Ignorante me hallo por tus caderas de belleza descalza.

Ay… no te imaginas como suenan los acordes de mis ojos.
De madera nocturna son, imbuidos de olivares sureños.
Cantan canciones de rebeldía, vino, sabor y sueños.
Sueños de colmenas forjadas con la política de los encuentros.
Sueños que están cansados de ver el silencio de tantos otros.

Insisto en acabar con el maldito barbecho de las mentes.
Resisto al sentirme en el barlovento cuando tú quieres.
Consisto en quedarme quieto admirando atardeceres.
A contra reembolso quiero tocarte entre amaneceres.

No voy a consentir que sientas poesía y no suspires.

Sergio Rodríguez.

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