jueves, 28 de febrero de 2013

Canal.


Vuélvete loca, mente, llena de estímulos caballerescos.
Relinche de caballo en cada cabalgada de dos pasos.
Miro mi vida de lado atravesándola por el interior
De la curva de que me ofrece esta mentira. Boscosos
Son los tiempos que vivimos. No voy a describir silencios.
Boscosos son tus ojos, como clamores de batalla me llaman.
Bosques teutónicos donde cayeron águilas. Allí calló la mía
Y miró anonadada los brutales golpes de la naturaleza.
Mira los dedos como se duermen… como se duerme mi alma
En tu regazo, en sedientos ventanales de aguas claras.
Voy a destruir mi campamento entre dos fuegos rojos.
Mejor lo creo, como la vida que dicen que es crear, yo muero por crear.
Puedo olvidar pero jamás me olvidaré de crear.
No me llega la vista a mi horizonte, y tu boca ahora sonríe besada.
Son míseros los versos dedicados, y los labios se aprietan porque sí.
¿Y los cantos… que te cantaré?, y fajos de telas azules para mi cielo.
Los sueños de un mundo nuevo me siento y de oro me adueño.
La belleza de corazones llorando al unísono del arte en directo.
Sonrisas de complicidad con manos ayudadas por cadenas-sentimiento.
Fluyen los efectos de humanidad sin avaricias, sin orgullos mezquinos…
Podré decir que la juventud me dio su poder, me dio las ganas,
Me dio el coraje para enfrentarme a las mayorías acobardadas.
Un sueño utópico, ¡utópico me llaman! ¿Y los secretos que me ha contado el cielo…?
Un miliciano que combate en el interior, como Sócrates, miliciano al fin y al cabo…
En un mundo distinto a aquel donde los puños se cerraban en trapos rojos;
Aquel donde los  ojos lloraban de emoción ante palabras, como yo lo hago ahora…
Aquel donde las palabras eran ciudades en el aire, donde de la mente salió un cambio,
Una idea, un sentimiento de revolución. 
Se me clava el odio por las calles, punzante como lanza romana en territorio salvaje.
También se me clava el amor por los besos, que me tatúan el cuerpo incandescente.
Tatuajes que marcan calor y presión. Que me presione la vida hacia tu cuerpo, tu piel.
Puedo decir que el amor y la revolución son mis dos brazos.
Puedo transmitir conflictos derivados de ambos, y también pasión a raudales.
Cada poema una ola en los mares de los años.
Cada beso un verso, ese es mi trato.

Busco la eternidad en lo escrito, como Ulises.

Sergio Rodríguez.

lunes, 4 de febrero de 2013

A estas alturas.


Desato cabos, hoy es el infierno de los sensatos.
Ni por el rincón del oído más hermoso  cabe mi ansia
Por escribir, te lanzo mi libre verso, por el acantilado hacia la mina
De metales extraños, incontables, donde yacen sudores de seres indomables.
Tan indomables como aquellas dos almas, sucias de pasión censurada por ángeles;
Limpia de contradicciones  por naturales encuentros desbocados, estrellas alcanzables.
Brindé mis hojas de Otoño, medio muertas por el frío, a un viento que en ocasiones
Me sangraba las pestañas, por no mirar hacia arriba, joder. Levantamos las manos incontables
Veces saciando nuestra sed redentora de culturas mistéricas enterradas en los más hondos corazones.
Muerte a las ruinas del pasado y larga vida a las revoluciones futuras, pudimos ser no vale,
Somos y seremos, fluimos y eso es lo que vale. Maldad pura aprieta las canciones, en apuros
Me llamó el hambre para paliar a los hambrientos de palabras guía y de sentimientos.
Nuestros ídolos son ojos que se fusionan creando campos con tierra y hierbas,
Campos de santas tierras, una santidad bañada de naturaleza soleada llena de  escaramuzas
De olores fuertes, alegres, simpáticos, ¡Celestes! Imagina caernos por las colinas.
Son Como el colchón curvado de tu espalda, blanco poder que me embriagas, maldito seas
Que me haces llorar, insano, atrápame. No puedo dejar este vicio, púdreme con aguas húmedas.
Arráncame la piel maldita bestia. Voy a despertar hasta que las cenizas hagan esclavas
Las banderas viejas. Mándame los besos, que digo,  mándame a los tiempos para fundirlos.
Podría hacerte poemas con letras de madera, o de estaño, o de lujuria con puñados
Revolucionarios de cordura momentánea. Que escampe el lago para poder enterrarnos en él
Y salir impulsados por el poder infinito de nuestros pies, ¿Acaso hay barreras en nuestro ser?
¡Venid aquí estúpidas leyes y morid bajo nuestras miradas irracionales! O cascadas de placer.
Que podría sentir yo al tocar un palmo de su piel sin después escribir libros con la tinta de la sed. 

Sergio Rodríguez