viernes, 29 de junio de 2012

Un poco más de cinco minutos.


Mis labios se mueven igual que la cuerda de la guitarra.
Mis manos gesticulan haciendo del sonido belleza.
Mis cuerdas vocales vibran como nunca.
Y mi mente sonríe con un escalofrío en la nuca.
Como un relámpago entro en escena.
Mis bolsillos no paran de echar arena
Dejando un rastro para que me siga la naturaleza.
No hay nada como encontrar lo que buscas.
No hay nada como sentir el mundo en tu regazo.
Si hay algo para emborronar lo que hago
Y lo que siento y lo que escucho y lo que digo
Son estas letras que ordeno y escribo.

Amo este misterio que me rodea como un aura de frío intenso.
Nadie sabe lo que hay detrás de eso.
El secreto puede estar en las melodías, en las palabras o en el tacto.
Quizá sepa menos de lo último.

Estoy condenado a evadirme cada cinco minutos
De forma eterna, y etérea será la cadena
Que me atará a tus, puños en alto, versos.
Ya quiero ver esos ojos como platos, desnuda…

Mis profundidades oceánicas pueden ser alborotadas
De forma incontrolada por un simple embate
De algas rojas que dure lo que duran las sonrisas.
Me busco la vida entre las olas, puedes imaginarte
La cantidad de, miradas a lo alto, ganas
Que tengo de encontrarme con otro choque.

¿Y ahora qué? Disfruta de este misterio que envuelve.

Sergio Rodríguez.

martes, 26 de junio de 2012

Calor.


Sangre envuelve a las ideas, las ideas se pagan con sangre.
Con detalle cuido las mías, una metralla de tacto ardiente.
Vivo por ellas, por su encanto. No puedo callarme.
No me pidas que no haga ruido, idealista hasta la muerte.

Si hablamos de libertad hablamos de pasión en cada letra.
Un tacto de la piel más suave de la tierra más lejana.
Un calor que te abre el pecho para que entre el mar.
Escribo pensando en ella y palpito como una hoguera.
Inigualable sutileza es tu canto para mi boca.
Un poder que se siente incandescente en cada pisada.
Dejas huella por donde pasas, lo has hecho en mi cabeza.
Ignorante me hallo por tus caderas de belleza descalza.

Ay… no te imaginas como suenan los acordes de mis ojos.
De madera nocturna son, imbuidos de olivares sureños.
Cantan canciones de rebeldía, vino, sabor y sueños.
Sueños de colmenas forjadas con la política de los encuentros.
Sueños que están cansados de ver el silencio de tantos otros.

Insisto en acabar con el maldito barbecho de las mentes.
Resisto al sentirme en el barlovento cuando tú quieres.
Consisto en quedarme quieto admirando atardeceres.
A contra reembolso quiero tocarte entre amaneceres.

No voy a consentir que sientas poesía y no suspires.

Sergio Rodríguez.