lunes, 8 de junio de 2015

Marcas.

Sigo en esta soledad montando tablas.
Hace ya tiempo que no suenan alarmas.
Incesante, decanto los colores de las lunas
esperando con desdén a que salgan gotas negras.
De mi futuro... no puedo contar muchos tic-tac,
sí puedo contar las grietas de mis agallas
cuando veo pasar un andar rompecabezas.
Busco desesperado el cofre donde guardé la calma,
pero quizá no sepa vivir sin color de llamas.

Aquí se halla un soldado de la noche,
escribiendo firme a la luz de farolas.
Lucho por el respeto entre dos o miles.
No dudo que puedo cambiar en una palmada.
A pesar de sufrir asedio aún hay frente,
hago murallas poéticas porque físicas quedan pocas.
Nadie sabe cuánto maltrato a este enjambre
de neuronas, intentando que mi vida sea plastilina
por si mis mejores astas se rompen.
Mi naturaleza es loba y aúlla antes que partirse.
Sigo con las manos bien mojadas
pues no paro de moldear todos los días
formas y formas del sujeto a quien
ceder mis tres cuartas partes inquietas
de esta textura viva entre telas inertes.

Mis engranajes no se detienen con miradas,
tienen objetivos propios, alimentados con recitales
clandestinos de bondades y favores, pidiendo justicia
en todo ámbito, sigo buscando la pureza ideológica.

Todo es cuestión de seguir según parece,
pero es que no soy animal de dos pies iguales.
Detrás de toda apariencia irrefutable siempre
hay cachorros pidiendo tristes algo para comer.
Así que siendo sincero poéticamente:
Mi cordura está de marejada bebiendo con el boquete
de la piel del tambor de corteza de roble.
Pero pienso y veo, mi pregunta no deja de ser:
¿Quién es capaz de leer mis líneas entre
la marabunda de obstáculos punzantes?
Tantas circunstancias unidas explicablemente.
Voluntad política de cambio en la vida, dicen,
puede ser clave para conseguir paisajes verdes.

No me desmontan cuatro historias
sin fuerza ni gloria, mal contadas. 
Es un error no reconocer la fuerza de las ideas.
Moriré mirando de frente a la realidad,
recibiendo con gusto la suerte de los idealistas.
Insisto, pureza y alegría.



Sergio Rodríguez.

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