jueves, 21 de mayo de 2015

Espirales.

Sonrío plácido, tal vez iluso,
durmiendo en una cama con pinchos,
siendo la Luna mi colchón,
buscando que no se desinfle, pienso
y espero que mi jugo solo
sea energía suficiente, pero
si hace falta desato a los perros,
o preso de libertad rompo muros,
o desafío malos instintos,
o me aparto podrido de dolor.
Me encuentro dando paseos
entre las dudas que quiebran tronos,
siempre con las manos en los bolsillos
buscando ansioso el botón
que pare la cuenta atrás de este sueño.
Pero alguien me apretó el gatillo del pulso
y es que no acierto, tiento, pero no.

Tanto y tantos castillos en el aire
para jugármela solo en unos instantes.
Hoy son estas manos teñidas las que
tiran de mí, estos versos me sorben
la ausencia de calma, mala costumbre,
y es que este río tiene muchos horizontes.
Yo, escudriñando lo que no puedo ver,
esclavo de lo que entraña cualquier por qué,
estoy sumergido saciando la insaciable sed
de sentir, pero sigo afinando mi rifle.
Ante una noche muy oscura uso camuflaje,
voy a hacer que mis aguas se junten.

Jinete galopando en este desierto.
Ese Sol naranja mordiendo mi piel.
Pido a mi tambor que no lata ciego
que siga el ritmo de lo que es mejor,
pero sabe que llevo una Pangea dentro
y hace caso omiso a este jaleo
de desaires, y me toca la canción
de aquel caballero que desoyó
a su escudero y se lanzó directo
al molino, aquel bendito loco.
Con lanza antigua en siglo veintiuno.
Intenso en el diálogo conmigo mismo,
poniendo ladrillos a mi espíritu crítico.
Este es mi terreno, mi trozo de cielo.
Si miras y reluces, húndete y desaparece
humilde, agradece la luz del Oeste.
¿Varios universos?, yo uno pero cambiante.

Siéntate, escucha esta acústica, valora y piensa:
¿Hacia qué agujero se dirigen tus caderas?

Sergio Rodríguez,

No hay comentarios:

Publicar un comentario