miércoles, 17 de junio de 2015

Para qué la realidad, a veces.

Ya vuelvo a ser preso de esta percusión.
Quedaron atrás las mañanas sin resplandor,
pero lo que hoy se alza frente al espejo
ya no es cincuenta, ni cien, sino mil veces yo.
Me hallo entre muros oliendo el viento,
buscando calor, pero sigo inmerso
en mis boreales flujos de pensamiento.
Qué haría yo si no me quemo buscando,
si no ardo con las botas puestas alterando,
conciencias llenas de sistema moribundo.

Mi historia no es más que un relato
de una forja de un rebelde, contra todo.
Acariciando lo único, me siento y escucho
mi requiebro individual incendiario.
Buscaron dónde se encuentra mi rebaño
y encontraron al pastor de rodillas, pidiendo
perdón, humillado, reconociendo
que no había destino, que todo era un sin sentido.

Tengo la nostalgia del Otoño metida
en el centro de una cuadrícula negra.
Un espigón sensible que sufre arcada
con lo superfluo de esta sociedad.
Por eso me afano en resistir las olas
que quieran meter sal en mi pureza ideológica.
Combino rachas de aislamiento y lucha,
de hambre y pan, de comunismo y democracia.
Combino ideas para generar riqueza
y así poder adoptar por algunas horas
luz de luna, placer argenta, veneno de plata.
También busco la realización extrema.
Un poeta siempre está mirando al más allá.

Busco, que nada me para, busco y busco
y  la plusvalía que le saco al tiempo
la reinvierto en las yemas de mis dedos
de las que saldrán millones de sueños,
ideales concienzudos, cambios de ritmo.
No puedo dejar de disfrutar si me hundo
de lleno, lleno de ser, en lo metafísico.

Sergio Rodríguez.




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