Suena intolerante la
marcha militar de la noche.
Huéspedes, la bestia
hoy se muestra diferente.
Mi oplon ahora sí me resguarda de la
corriente,
sacando la lengua
insultante, con mirada crepitante,
expectante espera a
que con desaire desenfunde.
Cicatrices de estar
siempre luchando contra las cuerdas.
Sin saber cómo a última
hora siempre se abren las alamedas.
A veces tengo
recuerdos que no han sucedido, ventanas
a la utopía que me
apuñalan en medio del frescor otoñal.
Senderos nuevos
tatuando frases en mi personalidad.
Mis poemas esperan en
formación de falange, con superioridad,
exigiéndome siempre el
mejor verso, el final que parta el alma.
A veces tengo que
calmarlos, ya que a la intemperie oscura
no siempre hay que
quererla, sino atravesarla al caminar
como una lanza clavada
ante miles en señal de rebeldía.
A veces es bueno
reclamar la noche como tuya,
escapar de las fauces
del siglo veintiuno, con heridas.
Podría elegir un
tiempo salvaje resistiendo en Numantia
o uno más suave
bailando al compás de la II República.
Un tiempo duro resistiendo
el hambre en la posguerra
o uno incesante
disparando futuro con mis camaradas.
Por elegir podría desempolvar
mi chaqueta bandolera
Y gritar a la sierra
que ya es hora de que tema la nobleza.
Pero también podría zambullirme
en aquella semana trágica,
tirar mi medalla y
gritar sin miedo: ¡Abajo la guerra!
Dónde está el punto donde se unen lo viejo y lo nuevo.
Cabe en un
corazón o es necesario unir miles.
Es capaz de mostrarse
ante patrones atónitos
o es necesario un
campo de batalla y fusiles.
Tiene el poder de
destruirlo todo y crearlo de nuevo
o puede manifestarse
en vivo ambiente de ciudades.
De momento sonrío
cuando veo a los humildes darse la mano,
y río entre cervezas y
ruido, metiéndome en las venas
recuerdos que después nutrirán de
vida mi futuro.
Sergio Rodríguez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario