domingo, 11 de septiembre de 2016

Nuevas experiencias.


Vuelvo a caer sin freno en mis letras,
soñando despierto a estas horas.
Con ellas, mis compañeras prístinas,
el peso de la noche se aligera
Y puedo hacerle caso a mi cosecha.

Es necesario saber escribirse.
Llevo un tiempo tatuándome
que la élite merece la muerte,
que lo común es lo corriente
que corre bello y fuerte
uniendo con Ímpetu corazones.

No quiero que este mundo me venza.
La crecida de cada río siempre genera
sus destrozos. El tiempo que expira
y solo algunos queremos sacar la cabeza,
solo algunas son capaces de izar su bandera.
El tiempo que expira y yo sigo a la deriva
buscando las vetas de piedra adecuadas.
Sólo buscamos sentir, son fáciles los dogmas
cuando no se es capaz de mirar hacia arriba.

Estoy en mi cueva rehaciendo mi laberinto,
llega la etapa de confrontación con uno mismo,
la eterna lucha por dejar de ser esclavos.
Sé cómo es una mirada que oculta abismos,
puedo sentir las cargas en los hombros.
Es difícil mirar a los ojos a toda esta desazón
¡Pero cómo obviarlo! todo estaría vacío
si no existieran luchas.  Alma de bandolero
que no puede abandonar su cañón.

No puedo describir el placer de pronunciar algunas palabras.
El hilo de voz invisible que nos es innato pero que, por fortuna,
pasa desapercibido si no existe un elemento: la cercanía.
Esa cercanía que convierte una noche en una explosión de ideas,
un atardecer en un bonito cuadro guardado en la memoria,
una mañana en un sentimiento de pertenencia a una comunidad.
Arraigo, pasión, sencillez y complejidad a la vez, magia.
La magia existe y es invisible, como en las películas,
pero no actúa directamente sobre lo superficial
Sino que se canaliza a través de quien esté dispuesto a tratarla.
La magia son las ideas, su arma la voz y el ambiente su azúcar.

La belleza del pensar.

Sergio Rodríguez.

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