sábado, 4 de abril de 2015

Respirando verde.

Estoy sentado entre mis dunas de siempre,
leyendo las formas que hace la arena ardiente,
movidas por un viento que creo sorprendiéndome
pues la adrenalina es gasolina para mi entente,
mis dos ramajes con llagas, mi arte reluciente.
Cantando algunas letras menamoro del aire.
Los días de repente son soles de después de comer.
Una calma plácida que puede que avise
de que se acercan temblores, pero por qué,
quizá este oasis no está sujeto a ningún cuerpo de leyes.
Yo solo quiero pasar mi recreo entre el verde de árboles.

Me piden mi chaqueta de bandolero
y por más que digo que está cansada,
ella siempre dispuesta a un trote más.
Sabe que su dueño es mar sin puerto,
siempre dispuesto a un cambio de ritmo,
siempre queriendo un baile más con la luna.
Esos pies polvorientos son puntas de lanza
deseando clavarse en lo hondo del futuro.
Esa chaqueta delgada que reniega airada
de la tela no tejida con música de fondo.
Que busca a su manera, henchida de energía,
aquel laberinto que parece que no se acaba.
Quiere oler el perfume de flores, de poetisa
Yo le digo: espera, que esta noche me toca aullar
y retirarme a mi cueva llena de pinturas.
Me gusta creer que puedo tatuar la naturaleza.
Me gusta desaparecer por días con mi resaca
de relaciones sociales. Mi lámpara acompaña
las palmas de alguna canción repleta
de alusiones, que cariñosas acogen mis neuronas.

Quiero un viaje, cuatro otoños y una escalera
natural que lleve a alguna cima bien alta,
donde poder enseñar todo lo que he aprendido,
y es que enseñar me abre las ventanas,
y me entra un airecito lleno de miradas atentas.

Mi chaqueta ha perdido los botones,
y yo harto de ponérselos la reprocho,
pero ella apretándose responde
que soy yo quien los arranca cediendo
el gusto a quien me llena la fuente.
Pues ya no lo hago más, digo.
Y ella me dice que soy un desastre,
y yo la recuerdo cuánto ha visto conmigo
y sentido, mejor sentir que ver, dicen.
Y ella ruborizada quiere vestirme otra vez,
quiere seguir creando recuerdos
y quiere vivir. Yo tan contento
me engalano con ella, pues yo fui su sastre.
Mi mejor compañera de viaje,
los dos seguimos coleccionando paisajes.

Sergio Rodríguez.

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