domingo, 30 de noviembre de 2014

En clandestinidad.

Soy minero en mi habitación.
Busco formas en las rocas
que me saquen de este aburrido renglón.
En la manos aparecen llagas
de supurar historias de presidio.
Pensé al llenarte de líneas que serías mi dibujo.
Pensé al dispararte versos que serías mi musa.
Pensé al destrozarte que serías mi grieta.
Olvidé que siempre escribo a deshora
y que tus lunas no paran en mi librería.

Llevo una careta de sonrisa permanente.
Cómo puedes creer que no existe
la sangría de versos incandescentes,
que escribo con flechazos en el aire,
cuando me excito al discernirte
en cualquier recodo de mi mente,
en algunas montañas de salitre,
dándome sal para enriquecerme
la piel y sacarme de mi podredumbre,
Cómo no puedes creer que grito sin mirarte,
que escribo esto no sé por qué,
que me resquebrajo las neuronas
pensando en cuándo apareció tu por qué.
Puedo salir corriendo pero no sin darme de bruces
con un cartel que dice: poetas fuera del edén.

Dame música, dame rock, que quiero escanciar
tu belleza radiante de tu belleza vistosa,
petrificada por un sistema basura.
Me la bebo de un trago, escarcha,
Saco mi escarcha porque me quema.
Saco otra botella por mí y mi vendetta.


Ya te echaba de menos, nadie.

Sergio Rodríguez 

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