miércoles, 12 de febrero de 2014

Derrotas.

Murmullos del silencio, la conciencia llena.
La semántica del anhelo, sentimiento de reyerta.
Somos historia frente a realidad, ya lo dijo Ortega.
Somos balas de cañón a punto de entrar en escena.

Mi revolución muere, renace y se exalta.
La nuestra, silenciada, no sale de las aulas.
Un mundo fuera estéril de fantasías.
Los corazones solo laten, ya no muerden ni respiran,
ya no chocan, ya no riman, ya no sangran por heridas.

El poeta y su barba, la sincronía de las musas.
La ausencia de doncella, la voluntad de una liga griega.

Tengo un puente a la locura con dinamita, por si acaso.
Mi alrededor me escupe potente olor a fracaso.
Si la vida es un delirio yo estoy a cuarenta grados.
Si la mentira es un castigo yo me encuentro ajusticiado.

La codicia de los hombres con vulgares apellidos
me resquebraja las constantes, me hace apilar vidrios.
Unos padres luchadores, vivieron juntos, morirán separados.
Muralla que aguanta golpes, pues soy fruto del amor de dos gigantes.

El crecer deprisa, la ventaja a destiempo.
Las astillas de la lucha clavadas sin reparo.
Que nadie me conoce, que sigo el eco de un tiempo
ya pasado, ya perdido; ya la noche me ha vencido.
Mi historia parte cuando leí la palabra insumiso.
Mi mundo se erige donde se derrumba el tuyo.
Se basa en constante acumulación de discursos,
de conocimientos olvidados, de ruinas del pasado,
de sangre de corsario, de recuerdos degollados,
del coraje suficiente para hacer del ahora un cambio.

Sergio Rodríguez.

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