domingo, 8 de febrero de 2015

La música de Pitágoras.

Asomado a la impaciencia me consumo,
Como una tarde de Enero, que muere en silencio.
El frío te da pellizcos, despertando el aliento,
que parece sobrio, pues quema el aire sulfurando.
Espero a mi musa haciendo que fumo,
porque matarse poco a poco a veces es poético. 
También beber las noches queriendo estar ebrio,
derramando oscuridad en vasos vacíos.
Mi mundo es un balón ajardinado
que cuando cae y toca cieno
coge impulso y se come el cielo.

No puedo evitar reírme al apostar,
porque la suerte es una bomba compleja
que estalla tu alegría o tristeza,
tus risas o llantos. Si yo te contara,
si yo contara me desnudaría.
Por eso nunca quise aprender a contar.
La autodestrucción siempre fue atractiva
para algunos, para los que tienen algo que contar.

Un trovador que cena miradas,
porque los versos no dan para pan.
¿Y cuál es tu premio? me preguntan.
Mi premio es salir de casa por las mañanas
sabiendo que anoche fui enorme glaciar,
y que ahora, entre trenes, soy mar en calma,
sin que nadie se de cuenta.

Un rostro que oculta abismos,
que se pasa los trayectos uniendo retales,
que no mira sino que ve,
que no oye sino que escucha, traza rumbos.
Rumbos inestables que esquivan la altura de las nubes,
porque me gusta la soledad que hay en las calles.
Y es que siempre disfruto imaginando nuevos libros.



Sergio Rodríguez.





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